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Narrativa: cuentos: Cuentos Analiticos y Fantasticos: Las crisálidas de la metamorfosis
Enviado el Monday, 28 October a las 11:41:54 por Artnovela |
Anónimo escribió "
Era una lugar distinto a todo lo conocido. Tenía una especie de cúpula cristalina en el centro del perímetro, y varios cajones rectangulares donde yacían figuras esbeltas, femeninas. Luego me enteraría de que la del centro, la de la cúpula, pertenecía a la vampiresa reina. Los demás eran cajones de cristales que, como crisálidas gigantes, albergaban a las demás vampiresas. Todas eran mujeres muy hermosas, todas de tez muy blanca y pelo negro. Parecían dormir con una paz inusitada e inquietante, como si estuvieran en un descanso vigilante y elástico, como el de un gato al acecho.
Sus labios eran rojos, muy carnosos que resaltaban el pálido anémico de sus hermosas fisonomías.
En el lugar se respiraba un aire denso, agobiante, como si hubiera una especie de vapor espeso despedido por esos cuerpos femeninos esculturales.
Daba todo el aspecto de ser un invernadero de vampiresas, descansando, antes de la cacería .
El hecho es que estaba en ese sitio, ya que había sido contratado como detective, para resolver ese caso insoluble y a la vez escalofriante.
Una mujer me había dejado varios mensajes en mi contestador automático, en el lapso de una semana que había estado ausente de la ciudad, tratando de resolver un caso de defraudación de una compañía de seguros.
Lo misterioso era que la mujer había dejado mensajes desesperados, trasuntando la urgencia de su requerimiento, pero sin ventilar su identidad. Además, aseguraba conocerme y que habíamos sido compañeros en la escuela secundaria.
Eso era bastante insólito, ya que quien requiere los servicios de un detective, mínimamente se da a conocer, y en el peor de los casos, inventa un nombre falso con el que se identifica.
Ser detective nunca resultó ser fácil, hay que estar continuamente resolviendo enigmas, engaños, simulaciones, pistas falsas, en fin, todo aquello que nunca conducen a una resolución fácil ni lineal.
Pero este caso en particular me traía mucha espina, había algo que no encajaba. Quizás era tan solo una sensación o una suposición falsa, pero olía por mi oficio de sabueso, que ese caso era un pescado podrido.
Ni lerdo ni perezoso dejé el mensaje al número que había sido grabado en el contestador, e hice notar que el recado era anónimo y que la próxima vez dejara sus datos personales. La voz del receptor electrónico que grabó el mensaje era masculina, por lo que supuse que la mujer debería ser casada. Craso error hacer suposiciones ni bien tomado un caso, generalmente son trampas, autoimpuestas, para no arriesgarse a lo desconocido.
A la noche el llamado me fue devuelto, pero esta vez atendí personalmente. La voz de la mujer denotaba que pertenecía a una persona joven, de unos treinta años, con un tono muy seductor, pero a la vez se dejaba entrever un halo de angustia y misterio.
Me habló directamente, esperaba encontrarme en un café de San Telmo, que llevaría suficiente dinero, para que no rechazara el caso, pero me solicitó insistentemente que fuera con la mente lo suficientemente abierta, para escuchar un relato que jamás anteriormente, -eso lo aseguraba con convicción nerviosa-, habría oído, ni siquiera algo parecido o cosa semejante, y que por más delirante y fantasioso que pareciera al momento de darlo a conocer, debería creerlo.
Le traté de dar confianza, yo conocía la naturaleza femenina lo suficiente para saber que a una mujer, lo primero que hay que ofrecerle es el apoyo masculino y confianza. Luego uno debe abordar los detalles técnicos y los datos necesarios para comenzar a trabajar sobre el caso.
La mujer apareció completamente tapada con un sobretodo, tenía el aspecto de una mujer muy bella, pálida y parecía muy cansada, como si estuviera enferma, y además daba la impresión de que en cualquier momento se desvanecería.
Trajo un sobre tipo oficio papel madera, donde había un fajo de dólares, que a simple viste contabilicé como unos $ 10.000 y un casette donde ella habría grabado el hecho en sí, y las instrucciones para resolver el caso. Además, aclaraba que había un testamento que habría que ejecutar, dejando la dirección de un escribano, en caso de que a ella le sucediera algo, lo que hacía suponer que tenía previsto para su vida un desenlace fatal inminente.
No quiso mantener ni una mínima conversación decente, ni siquiera dio mayores datos sobre lo que había registrado en mi contestador automático, en relación a que ella me conocía muy bien y que habíamos sido compañeros de la escuela secundaria.
Se marchó raudamente como una sombra dejándome un gran interrogante, mucha curiosidad y por sobre todo una espina clavada en mi mecanismo de defensa (mi sexto sentido de sabueso), en la que me avisaba que había pescado podrido en ese caso que había aceptado.
Me fui hasta la oficina del centro, busque el grabador arrumbado en un rincón de las cosas inservibles u olvidadas, lo conecte le introduje el casette y me dispuse , como lo había prometido, a escuchar los hechos con la mente abierta y sin prejuicios.
Lo que escuche ciertamente era inverosímil, absurdo, una ridiculez absoluta, de cualquier lugar donde se la mire. Era indudablemente una broma absurda, por cierto muy cara, a menos que los dólares fuesen falsos, pero a ojo de buen cubero, esos dólares eran verdaderos tanto como que el caso era un verdadero pescado podrido.
Me aventure a corroborar algunos de los datos absurdos que me había dicho, por ejemplo el lugar donde hoy me encontraba, ese invernadero de vampiresas. Pero el hecho que halla dado con ese hallazgo no significaba nada. No tenia que suponer, porque una parte del relato fuese verdadero, todo debería ser de igual modo.
Lo que voy a pasar a relatar, es un hecho que ni yo mismo puedo asimilar, pero los acontecimientos son así, inexplicables, terribles y absurdos.
Ese invernadero de vampiresas estaban en el conurbano Bonaerense, incluso había sido las causantes de muchas muertes y sucesos inexplicables. Las muertes mayoritariamente habían sido de hombres jóvenes de unos 30 años con algunas características similares. En cuanto, a la altura, la tez, el color de pelo y la delgadez de los mismos. Habían sido enterrados y sus cadáveres desaparecidos.
Lo que aseguraba esa señora, era que ella había sido hombre, Jorge Rodríguez, compañero mío, al que no recordaba con claridad, y que a raíz del ataque de esas vampiresas no solo había muerto asesinado, sino que aseguraba haber resucitado como una vampiresa, ósea que no solo su condición de mortal había cambiado sino también su sexo. Y se había vuelto una devoradora de sangre y sexual, con el horror que le significaba esa nueva condición a la que no se podía resistir por su nueva naturaleza.
El relato resultaba se increíble, pero los datos impresos en el casette podían ser fácilmente comprobables, el invernadero de las vampiresa, los sepulcros vacíos, datos personales de las personas desaparecidas, y algunas característica físicas que se conservaban mas allá de la metamorfosis, que podrían comprobarse.
Esa noche estaba apostado con una cámara fotográfica, un cruz, agua bendita, ajo y unas estacas, una antorchas y un bidón de kerosén para tratar de poder defenderme y además colectar la mayor cantidad de información, y pruebas para resolver el caso. En realidad mi cliente Jorge la vampiresa, había dado expresa indicaciones para que en caso de que fuera encontrado junto a las otras, fuera muerto mediante una estaca en el corazón y su cuerpo destruido por el fuego.
El caso se presentaba de muy difícil de resolución . Tenia que enfrentarme con fuerzas desconocidas que no podía manejar y además siendo ateo y terriblemente supersticioso.
Y lo que era peor sabiendo que esas hermosas mujeres, algunas había sido hombres. Mis estructuras mentales se me caían, al punto de entrar en una crisis ideológica nunca atravesada por una tema profesional. Ahí se me mezclaban todos los tantos y todas las creencias, pero ¡El laburo es el laburo! Y debía abocarme a ese caso. Lo que nunca había hecho, me había puesto una cruz por las dudas.
La primera noche en que estuve apostado estuvo tranquila, las vi salir y regresar como si fueran espectros que se deslizaban al ras del piso, sin poner sus pies en el suelo. Las vi que llegaban al amanecer, sus bocas estaban llenas de sangre. Las observaba con un larga vista infrarrojo a una distancia prudencial para que sus olfatos y censores de bestias no me localicen.
El problema se suscito en la segunda noche, no se si me descuide o hice un movimiento torpe, las cuestión que en un momento me vi rodeado de seis hermosas vampiresas (no se si precisar si eran masculinas o femeninas) y creí no contar el cuento. Pero he aquí, que me arroje agua bendita y les rocie a ellas, y salieron espantadas como si vieran al mismo demonio. Tuve la suerte que estaba por amanecer y el sol ya despuntaba así que pude escapar indemne.
No tenia mas tiempo, debía terminar el trabajo a pleno luz del día. Era ellas o yo. No había duda. Fui hasta su guarida, y pude observar sus cajones de cristales como si fuesen unas crisálidas de mariposas gigantes, y les clave a cada una estaca, las rocié con kerosén, y les prendí fuego. Creo que entre ellas se encontraba mi cliente. El fuego tomos los cuerpos y en su descomposición pude comprobar como algunas recobraban la forma masculina.
Fue terrible ese espectáculo. Tanto que me he hecho muy creyente. Ya no soy mas detective, y me he recluido en un monasterio hasta que el trauma de esa noche desaparezca de mi vida.
Autor Walter Enrique Embon
Otras obras del autor en:
www.librosenred.com/walterenriqueembon.asp
www.noveles.com (Un cuento arquetípico- estudio del inconsciente colectivo y los cuentos de hadas)
www.elcreador.net/laimagendelalma
www.nuevaliteratura.com (La sombra detrás de la mascara)
www.cyberletras.com (la sombra detrás de la mascara)
www.librosalacarta.com (en autores invitados: la sombra detrás de la mascara)
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